En 1999 España dejó de tener autoridad sobre su política monetaria para trasladarsela al Banco Central Europeo. Esto supone pasar de una gestión totalmente interna a otra que debe tener en cuenta las condiciones del conjunto de la Eurozona.
A la hora de fijar su tipo de interés, el BCE debe meter en la batidora la situación casi recesiva de Alemania, Italia y Portugal, el tono un poco mejor de Francia, Bélgica u Holanda y el dinamismo de España, Irlanda o Grecia. Lógicamente, el resultado nunca estará a gusto de todos.
Para España, esto le ha permitido gozar de tipos de interés significativamente inferiores a los necesitaría dadas sus elevadas tasas de crecimiento e inflación, lo que ha significado una importante aportación al crecimiento pero también ha provocado importantes desequilibrios como el diferencial de precios con la Eurozona o el abultado déficit exterior.
El pasado mes de diciembre, el Banco Central Europeo aplicó un cambio en su política monetaria, pasando de mantener tipos muy bajos evitar una recesión económica a ejecutar un plan gradual de subidas que acompañe a la recuperación y evite riesgos inflacionistas.
Por tanto, el nivel de tipos se irá aproximando gradualmente al nivel que la economía española necesita para equilibrar su patrón de crecimiento, pero ¿cuál es este nivel?.
Según el servicio de estudios del Banco de España, una aplicación de la "regla de Taylor" (ver nota teórica *) a la economía española en el momento actual daría como resultado un tipo mínimo del 4,5%.
No obstante, este resultado se obtiene considerando una tasa de interés natural del 1%. Bajo supuestos más realistas (tipo de interés natural 3%) el tipo indicado para la economía española sería del 6,5%. La última vez que los tipos oficiales estuvieron en este nivel fue en 1997.
Por tanto, desde el nivel actual del 2,5%, el BCE aún debe recorrer un buen trecho para alcanzar los niveles indicados. No obstante, el comportamiento de los mercados puede amplificar o reducir los movimientos del BCE.
Al fin y al cabo, el tipo de interés que realmente afecta a las familias y empresas es el que efectivamente le aplica su entidad financiera y este suele estar referenciado al Euribor 1Año, que es un tipo de mercado. Si el mercado se cree el propósito del BCE, anticipará las subidas, pero si no se lo cree el efecto puede ser el contrario.
En literatura económica son múltiples los intentos de elaborar una fórmula que permita a los bancos centrales fijar su tipo de interés de forma sencilla y al sector privado adelantarse a la actuación del banco central.
(*)La más conocida es la regla de Taylor. El tipo de interés debería depender del diferencial de inflación, del output gap y de una tasa de interés llamada natural.
El diferencial de inflación se refiere a la diferencia entre el objetivo de la autoridad monetaria y la inflación real. Por ejemplo, en el caso de España sería del 2% actualmente: 4% IPC febrero – 2% objetivo del Banco Central Europeo.
Por output gap se entiende la diferencia entre el crecimiento real de una economía y su crecimiento potencial no inflacionista, es decir, si emplease a todos sus recursos de capital o trabajo pero sin llegar a recalentarse.
Por ejemplo, la economía española habría tenido en 2004 una desviación positiva (real superior al potencial) del 0,2% del PIB, mientras que la Eurozona estaría 0,4 puntos por debajo. Por tanto, output gap positivo significa peligro de recalentamiento económico y negativo recursos infrautilizados.
La tasa de interés natural es un concepto un poco difuso que haría referencia a la política monetaria que necesita la economía para crecer de forma equilibrada. Así, los bancos centrales pueden estar en tres situaciones: estar aplicando el tipo de interés correcto, un tipo de interés inferior a la tasa natural que provocaría un exceso de invesión o un tipo superior a la tasa natural que provocaría una tasa de ahorro.
Sobre esta base, la regla se expresaría con la siguiente fórmula:
Tipo interést = R+P+ a*(Pt-P*)+b*(Yt-Y*)
El tipo de interés nominal a corto plazo en el momento t será igual a la tasa de interés natural, que depende de condicionantes estructurales de la economía + el objetivo de inflación a corto plazo (el 2% en el caso del BCE) + un coeficiente positivo por la diferencia entre la inflación actual y el objetivo + un coeficiente positivo por el output gap entendido como crecimiento real-potencial.
Es decir, el banco central subirá tipos cuando la inflación supere el objetivo o cuando el output gap sea positivo (la economía crece por encima de sus posibilidades).
En general, la regla de Taylor es útil en la medida en que su elaboración e interpretación es sencilla, pero su capacidad predictiva sobre la evolución de la política monetaria es bastante limitada.
miércoles, marzo 29, 2006
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